domingo, 31 de octubre de 2010

Bajo la lluvia

Llorar bajo la lluvia... acaso no os lo imaginasteis nunca?

Para mí, es el summum de la tristeza, de la melancolía... Es un momento que roza la línea entre la locura y la cordura. Sentir como la lluvia cae sobre tu cuerpo, empapándote, ocultando tus lágrimas... es una sensación indescriptible.

Si te encuentras a una persona en esa situación, te preguntas... qué le debió pasar? con una expresión en tu cara de tristeza y compasión. Incluso puedes dejarte llevar y acercarte con un paraguas para resguardarlo.

Todo esto suena a película, es cierto, y no lo niego. Pero imagínate por un momento vivir esta escena... serías la persona bajo la lluvia, o el paraguas protector?

jueves, 28 de octubre de 2010

Dedicatoria

Bueno, esta entrada va dedicada a esa persona que me nominó en el juego este, jajajajaja.


"El blog de las ideas fugitivas"


Este blog, pertenece a mi querido Pocoyocito bonito. Ya hace años que nos conocemos y aún no nos hemos visto en persona, cosa curiosa. A ver cuándo se va a solucionar.

Todo empezó con el fotolog. Entre foto y foto nos empezamos a hablar, y así hasta hoy. Hay muchas anécdotas y confesiones... pero eso queda restringido.

Te quiero mucho Pocoyó! ^.^

viernes, 1 de octubre de 2010

La ciudad


Existe un lugar perdido en el tiempo y el espacio, un lugar que todos conocen… unos lo temen…, otros lo aman…. Se camufla bajo la apariencia de una gran ciudad donde siempre reina la oscuridad y la lluvia, un lugar donde una falsa sensación de felicidad te invade, pero donde todo atisbo de felicidad es arrastrado por la incesante lluvia y se pierde por los desagües de la ciudad. Algunas personas lo consideran una maldición, otras una bendición… Cualquiera puede entrar, pero muy pocos logran salir… 

Yo entré hace dos años y ocho meses, y ahora, cada día que pasa, puedo sentir que estoy muy cerca de mi “libertad”. Recuerdo la primera vez que oí hablar de ella. Todos coincidían en que era un lugar donde podías alcanzar la paz, incluso tocarla con tus propios dedos, donde la lluvia purificaba tu alma y tu corazón, y la oscuridad te envolvía y te hacía sentir completamente aislado de todos los problemas que existían en tu vida. En pocas palabras… un hipotético paraíso…
También puedo recordar con dificultad el primer día que llegué. Huía, quería dejar atrás el estrés y los problemas del día a día, problemas que no creía capaz de afrontar, o que simplemente no me apetecía afrontar. Aconsejado por unos “amigos”, decidí irme de vacaciones a ese perdido lugar. Ellos me enseñaron el camino, e incluso se ofrecieron a acompañarme y enseñarme “la ciudad”.
Tan pronto pisé “la ciudad” sentí un profundo alivio, y una sensación de relajación y felicidad que hacía muchísimo tiempo que no sentía. Noté como mis problemas se disipaban por una vez en mucho tiempo. Mis “amigos” me enseñaron todo lo que necesitaba saber sobre este lugar, y al final, me cautivó de tal manera que me trasladé al mismo corazón de “la ciudad”.

Como había dicho, salir de la ciudad no es cosa fácil una vez te has trasladado allí. Existen tres maneras de abandonar la ciudad: por tus propios medios, con ayuda o muerto.
Existen varios grupos secretos ocultos por toda la ciudad. Se dice que varias personas buscan su ayuda para largarse de ese mundo de ficticia alegría. Una vez ingresas en esos grupos, es difícil pasar las pruebas a las que te someten, pero son necesarias para estar preparado para cruzar la frontera de la ciudad. Yo ya llevo 11 meses en uno de estos grupos, y hoy me han dicho que estoy preparado para abandonar la ciudad. Me habían enseñado el camino para mi libertad, pero ahora sólo dependía de mí el poder conseguirla.

Camino hacia la carretera principal de la ciudad, único lugar por el que se puede entrar y salir de allí. El carril de entrada a la ciudad está en muy buen estado en comparación con el carril de salida, que está lleno de escombros y obstáculos que impiden el tránsito.
Tomé aliento, miré al horizonte, hacia mi libertad, y comencé a correr, evitando a mi paso todos los obstáculos presentes en la carretera. Cada vez estaba más cerca, más cerca, más cerca. La oscuridad se disipaba cada vez más a medida que avanzaba, y la luz quemaba mis retinas después de tanto tiempo sin verla. No me importaba, seguí adelante, con sólo una meta en mi cabeza, cruzar la frontera. Estuve días corriendo sin parar y esquivando todo tipo de obstáculos, mientras los habitantes de la ciudad me miraban con un gesto indiferente.

Gracias al intenso entrenamiento y ayuda que me proporcionó el grupo, pude al fin, cruzar la frontera. Anduve un poco más por temor a no estar lo suficientemente lejos de aquel paraíso infernal. Poco después paré, me senté e intenté recuperar el aliento. Giré la cabeza hacia atrás y vi la ciudad desde afuera. Aquel lugar que al principio me resultaba tan atractivo, ya no ejercía sobre mí la misma influencia. Ahora solo veía ante mis ojos un cúmulo de edificios sumidos en la más profunda y escalofriante oscuridad.