jueves, 25 de agosto de 2011

Represión

Me acosté en la cama, y a mi lado... ÉL. Me rodeo con su brazo, y me acercó a su pecho. Al mismo tiempo que mi espalda tocó su pecho, una lágrima recorría mi mejilla. No era una lágrima amarga, sino una lágrima de felicidad... Aquel momento que tanto había añorado, por fin se había hecho realidad.
Este sentimiento, muy a mi pesar, no podría mostrarlo libremente, ¿Cómo un pájaro puede disfrutar de su libertad, si no puede volar? Sufría ocultando mi verdad, pero mi verdad podía alejarme de mi sueño, y mi sueño, podía alejarme de ÉL. Y claro está, eso no podía consentirlo.
Sentía su respiración en mi espalda, no podía ver su rostro, no podía saber lo que sentía ÉL. Entonces reuní valor, aunque más bien, pienso que las ansias de mi corazón fueron las culpables de lo que dije... Separé mis labios, con voz susurrante dejé escapar de mi alma... “TE QUIERO”.
¡¿Qué estaba haciendo?! ¿Cómo he podido ser tan inconsciente? Sabía como era ÉL, pero aún así, por un capricho de mi corazón, había traicionado a mi mente. ¿Lo habría escuchado? ¿Se habría asustado?
Su respiración, noté como se había detenido, y de pronto, su pecho comenzó a separarse de mi espalda. Entonces otra lágrima recorrió mi mejilla... no era amarga, no era de felicidad, no era lágrima. Era el alma que abandonaba mi cuerpo.