Existen muchas clases de ladrillos en esta vida, pero los más importantes, son aquellos que usamos para ir creciendo poco a poco. Llamadles conocimiento, experiencias o como queráis. Yo les llamaré ladrillos por eso de hacer un poco eco del título del blog.
Ayer volví a recordar después de un tiempo, el ladrillo del “te quiero”, “i love you”, “quérote”, “je t’aime”, “ai shiteru”, etc. Es un ladrillo único. Todos pueden decirlo, pero pocos saben.
Un “te quiero” no se transmite diciéndolo, sino insinuándolo, con una mirada, una caricia, un gesto, un abrazo… La palabra es lo de menos, su significado es lo importante.
Hay mucha gente que se asusta cuando les dicen “te quiero”, otros lloran, se ríen, se enfadan, se sonrojan, se desmayan. Las reacciones ante una palabra, no, ante un significado, son muy variopintas.
Luego está la gente que lo dice… o no. Aquí sí que ya no hay diversidad. Existe un continuo que va desde “digo muchas veces te quiero” a “no lo digo nunca”. Realmente es difícil llegar a un extremo u otro, con lo cual la gente se suele quedar en el medio de ambas.
Yo me incluiría en el grupo de los que se sonrojan y casi nunca lo dice. Y no lo digo porque no lo sienta, sino porque decirlo, también me sonroja, y algunas veces incluso me hace llorar.